diumenge, 16 de novembre del 2014

Parad esta locura de Andres Trapiello. Sobre el consum de l'art.

Andres Trapiello, en dos articles de El Magazine, descriu perfectament la banalització del consum de l'art. No es el principal problema de la nostra societat, però si un simptoma fracament preocupant:


Recuerda uno, como si fuese hoy, la primera vez que vio Las meninas. Tenían metido el cuadro en una pequeña sala. Frente a la pintura, a la entrada y a un lado, habían colocado un espejo en el que se reflejaba la escena que pintó Velázquez, de modo que el visitante podía llegar a creer, si miraba el espejo, que formaba parte de ella. Los responsables del museo que habían ideado aquella atracción lo habían hecho, seguramente, con la mejor voluntad, para mostrar la maestría del pintor, capaz de conseguir no sólo que los personajes del cuadro parecieran reales, sino que cada uno de nosotros pareciéramos figurados. Recuerdo también que cuando entré había unas seis o siete personas, que se marcharon al rato, dejándole a uno completamente solo unos minutos, hasta que llegaron otros visitantes, siempre pocos, pausados, silenciosos. Enternecía aquella puesta en escena por lo que tenía de ingenua e inofensiva, pero lo cierto es que con ella se había dado paso al arte como espectáculo


Hace unas semanas ha sido uno testigo de una escena pavorosa, esta vez en el Museo del Louvre: miles de visitantes a lo largo del día (ocho millones y medio al año) congregados frente a La Gioconda. Como las apreturas y la excitación de las gentes hacían imposible ver nada, la mayor parte de aquellas gentes llegadas de todos los rincones de la Tierra se limitaba a hacer con sus móviles una fotografía del cuadro que acreditara su paso por aquel lugar y a menudo sin haber podido verlo de cerca. Los más estúpidos lograban entre codazos su selfie y corrían hacia el siguiente trofeo: la Victoria de Samotracia. El griterío era ensordecedor, propio de un mercado persa más que de un museo. La experiencia volvió a repetirse dos días después en la gran exposición de Hokusai en el Grand Palais: cientos de visitantes, por fortuna silenciosos y educados, se hacinaban en salas en las que no se podía dar un paso en un ambiente que el calor humano hacía irrespirable y sofocante. A veces, hasta seis o siete cabezas apretadas tratando de ver por encima del hombro de otros curiosos algo de unas estampas siempre delicadas, de reducidísimo formato y que por razones obvias se mostraban en la completa penumbra. La frase más oída a lo largo del recorrido fue: “Esto es una locura”; y el tono, de resignación e impotencia. Pero la pregunta que acaso muchos se hicieron a la salida fuese esta: “¿De qué sirve ver las cosas así?”.

Sí, esta es la pregunta: ¿qué vemos en un museo en el que nuestra presencia, y la de otros miles de visitantes, impide que se vea nada? Aglomeraciones, atascos, ruido, distracción permanente, zombis que parecen haber escapado de alguna de las sepulturas y entierros que tanto abundan en los cuadros de los museos, velocistas que los recorren a la carrera, grupos organizados escuchando las explicaciones de un experto y expertos tratando de mantener a voces la atención del grupo... En efecto, ¿qué podremos ver en esas condiciones?

No quiere uno hacer demagogia, y menos desde que sabe que la obra de uno de los poetas más silenciosos de la historia, Paul Verlaine, se escribió en los cafés más concurridos y alborotados de París. ¿No visitamos Venecia abrumados por un gentío del que formamos parte, pese a lo cual somos capaces de obtener de esa ciudad algo único, se diría que especialmente destinado a cada uno de nosotros? Por esa razón quizá la pregunta que debiéramos formular es otra: ¿de verdad que todos los que acuden en masa a ver la Gioconda, la Victoria de Samotracia, Venecia o la exposición de moda necesitan esas obras y viajar, a veces desde los más lejanos confines, hasta esas ciudades? ¿Acuden a ellas buscando respuestas estéticas, existenciales, sentimentales que no han encontrado en otra parte? ¿Son verdaderamente conscientes del sufrimiento, soledad y esfuerzo sobrehumano en que muchas fueron creadas?

Contaba uno aquí la semana pasada la experiencia abrumadora que dio origen en el museo del Louvre a estos dos artículos: la inmensa mayoría de quienes fotografiaban la Gioconda levantando por encima de sus cabezas su móvil o buscando una selfie se marchaban sin haber visto la Gioconda, nunca mejor dicho, ni en pintura. ¿Eran conscientes esas personas de que con su agitación y tumulto estorbaban o impedían que la viesen gentes a las que acaso les estaba yendo literalmente la vida en ello? Porque a estas alturas hay que decir que el arte es cosa seria, tal vez la más seria que ha salido de manos del hombre, que ha empeñado en cuadros, esculturas o sonatas su propia salvación como ser humano. Sí, alguien tendrá que recordarlo, porque destruir los museos, y los estamos destruyendo, es destruir el sentido que la vida no tiene, pero que sí tiene el arte que nos ayuda a encontrar sentido a la vida.

http://www.mgmagazine.es/opinion/parad-esta-locura-1
http://www.mgmagazine.es/opinion/parad-esta-locura-2

Realmente, la toma de instantáneas se ha convertido en una de las expresiones más significativas de la percepción visual enajenada, del puro consumo. El "turista" con su cámara fotográfica es un símbolo notable de una relación enajenada con el mundo. Ocupado constantemente en tomar fotografías, en realidad no ve nada si no es por mediación de la cámara. La cámara ve por él, y el resultado de su viaje de "placer" es una colección de instantáneas, sustitutivo de una experiencia que pudo haber tenido, pero que no tuvo.

Erich Fromm Psicoanálisis de la sociedad contemporánea Cap. V (La sociedad del Siglo XX, pág. 118 FCE.)

Este verano vi la terrible cola al sol para acceder al Museu Picasso. Aquello no tenía nada que ver con la natural inclinación del ser humano al arte, era un sistema de obediencia como otro cualquiera: vienes a Barcelona y entre las cosas que debes hacer, llueva o estés a 40 grados, es ir al Museu Picasso.
¿Como si fuera una obligación?
Sí, la de cultivarse. ¡Picasso estaría escandalizado!

Entrevista en La Contra de La Vanguardia a Víctor Gómez Pin (14/10/2014)

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