divendres, 24 de maig del 2013

Festivals amb discriminació. Eulàlia Solé

La Vanguàrdia, divendres 24 de maig 2013 pàg. 22

Viene a suceder, en las escuelas de enseñanza mixta, que la convivencia igualitaria que se da en las aulas desaparece en las actividades lúdicas, algo que se hace patente en las fiestas de fin de curso. Pongamos que hay un festival de patinaje; que hay un festival de hip-hop. Todo son niñas, ningún niño; como si patinar y bailar no fuera cosa de hombres. ¿Se trata de una discriminación procedente de los propios padres y madres? En cualquier caso, ¿no debería la escuela fomentar que chicos y chicas compartieran también los espacios relacionales de libre elección? Más tarde, en la vida adulta, surge aquello de ver en certámenes como el Salón del Automóvil un abrumador conglomerado de directivos y políticos masculinos; aquello de exigir cuotas femeninas. Resulta difícil mejorar lo que se estropea desde la base, ya que las formas de esparcimiento no constituyen un mero solaz. Con todo esto, ¿cuáles son las actividades lúdicas de los niños? Pelota. Fútbol en primer lugar y basket en el segundo. ¿Nos hemos preguntado alguna vez cómo sería el mundo si no existieran los balones? ¿Qué harían los millones y millones de chicos y hombres que viven pendientes de la pelota sea como practicantes, espectadores, organizadores...? ¡Qué abanico de posibilidades imaginativas y diversificadas se desplegaría...! De entrada, en el patio de la escuela, conjugando la mente y las facultades de niños y niñas, sin que ocurriera esto de que, hacia los cinco años, por un lado andan ellas con una gran variedad de juegos mientras ellos se separan para exclusivamente correr tras el balón.

Si bien la pelota es un invento ancestral, a partir del siglo XIX su uso en deportes como el baloncesto y en especial el fútbol no sólo ha agitado la actividad económica sino que ha sido determinante en la vida social y cultural. De no ser por el fútbol, sucedería, por ejemplo, que un brillante periodista quizá continuaría con sus excelentes programas de televisión en lugar de desgañitarse radiando goles.


Y volviendo a la discriminación con que empezaba este artículo, valga observar cómo ciertas igualaciones sexuales toman caminos torcidos. Un anuncio televisivo incita a un hombre a teñirse las canas como las mujeres para que una muchacha se lo coma con los ojos. En vez de que ellas se liberen, que ellos también se encadenen. ¿Qué tal?

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